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ARTICULOS

Bolívar: Visión y Pensamiento

General de División Marco A. Játiva Balseca

Introducción

Connotados historiadores, biógrafos, ensayistas, etc. han escrito y publicado cientos de estudios sobre la vida y obra del libertador Simón Bolívar, «unos despejaron fanáticamente su vida de toda mancha y falta, deshumanizándolo y volviéndole impecable; rompieron así la autenticidad de una existencia donde la luz o las obscuridades, el relieve hermoso o la sima, la severidad recia o el sacudimiento de las pasiones forjaron aquella estupenda trayectoria, tan rica de contrastes. Otros le han odiado, vilipendiado y calumniado en un intento inútil, estéril por falsear esa personalidad de suyo ya tan alta y tan firmemente perennizada».

Otros dicen que: «Alejandro, César, Carlomagno y Bonaparte tienen entre si puntos de semejanza. Bolívar no se parece a nadie. Su gloria es más excelsa. Ser libertador está por sobre todas las grandezas a que puede aspirar la ambición de los hombres».

Ellos emplearon su inteligencia, habilidad política y destreza militar para conquistar y someter a los pueblos, mientras que, en el pensamiento y en la revolución política bolivariana se buscaba la libertad plena del individuo bajo el imperio de la ley, sus acciones políticas y revolucionarias tenían como fin supremo la independencia de la América Hispana, que según Bolívar debería ser, «la separación del imperio español, edificación jurídica de un continente libre, absoluta soberanía económica, realización integral de la justicia, inspiración constante de la moral», esto es, que los pueblos americanos, una vez libres del yugo español, ejerzan la facultad de gobernarse conforme a sus justas aspiraciones, generando y observando las leyes, derechos y obligaciones, para ello, decía el Libertador, «no bastan que nuestros ejércitos sean victoriosos: no basta que el enemigo desaparezca de nuestro territorio, ni que el mundo entero reconozca nuestra independencia; necesitamos aún más ser libres bajo los auspicios de leyes liberales, emanadas de la fuente más sagrada, que es la voluntad del pueblo». La consecución de la libertad y la creación de un nuevo mundo implicaban la desarticulación sistemática y destrucción de un régimen colonial injusto, y despótico que por cerca de tres siglos imperaba en América.

La doctrina bolivariana plantea como objetivo fundamental de las naciones del mundo, perdurar en el tiempo como organizaciones libres y soberanas. En el ideal bolivariano, el alma de su acción es profundamente democrática, cualquier otra fórmula política es incompatible con su pensamiento. Sólo la democracia puede alinearse con su propósito de emancipación política, igualdad histórica y perfección moral.

«El sistema de gobierno más perfecto», decía Bolívar, «es aquel que produce la mayor suma de felicidad posible, de seguridad social y de estabilidad política. Sin estabilidad todo principio se corrompe y termina por destruirse».

En febrero de 1819, en el Congreso de Angostura, afirmaría que: «La continuación de la autoridad en un mismo individuo, frecuentemente ha sido el término de los gobiernos democráticos. Las repetidas elecciones son esenciales en los sistemas populares, porque nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo en un mismo ciudadano el poder. El pueblo se acostumbra a obedecer, y él se acostumbra a mandarlo: de donde se origina la usurpación y la tiranía».

En 1815, hizo ver la necesidad de que la unión de los pueblos americanos era el camino que garantizaría su libertad e independencia, más conociendo las dificultades de la unidad, insistía que, por lo menos una unión política, era vital para la convivencia pacífica de los pueblos americanos.

En sus horas más oscuras, cuando por intrigas y calumnias de sus detractores, tuvo que renunciar a sus funciones políticas, en el Congreso Admirable de enero de 1830 dijo: «Compatriotas, escuchad mi última voz al terminar mi carrera política; a nombre de Colombia os pido, os ruego, que permanezcan unidos…».

En la actualidad, algunos Estados americanos son administrados por gobiernos, que se dicen socialistas del siglo XXI, que al mismo tiempo son progresistas, revolucionarios y también bolivarianos.

El socialismo como praxis política y económica es diametralmente opuesto al pensamiento bolivariano, pues el socialismo tiene como supuestos filosóficos: entre otros, la igualdad absoluta; la censura y supresión de las libertades; abolición de la propiedad; la sumisión a una doctrina elevada a la categoría de dogma casi religioso; la concentración del poder y fortalecimiento del Estado en perjuicio de la sociedad civil y del mercado.

El socialismo históricamente ha fracasado, basta mirar los descalabros económicos, políticos y sociales de Cuba, la Unión Soviética, Venezuela, Argentina, Perú, Nicaragua, etc.

Para valorar en su justa dimensión la monumental obra de Bolívar, es necesario ubicarnos dentro de la particular circunstancia en la cual se desenvolvió la vida del futuro libertador de América. Los pueblos de la América colonial estaban sometidos a regímenes políticos, económicos y sociales injustos e insoportables.

En América, el descontento empezó a hacerse latente, no sólo en los hogares de los más pobres, apareció también en el del propio libertador y en varios de los criollos nobles, subestimados sistemáticamente por los españoles. El descontento popular, como consecuencia de los abusos de la autoridad colonial, empezó a germinar, pero aún estaba muy lejos de convertirse en alzamiento generalizado, por lo cual decía Bolívar que: «El espíritu revolucionario contra la corona española, sólo figura y palpita en unos cuantos aristócratas a quienes se les niegan las altas posiciones y sus consiguientes ventajas, y en pequeña porción popular, leal a estos contados insurgentes».

La situación general americana de la época se caracterizó por la «anarquía de más enconada división, de superior confusión espiritual, de mayor desorientación moral e histórica…». Durante los años de actividad bolivariana se libraron dos guerras sucesivas: primero americanos contra el Imperio Español, después una múltiple guerra civil, con las características de ser más devastadora y sangrienta que las internacionales. «La anarquía surge en América en forma paulatina a medida que se va completando la victoria sobre las fuerzas colonialistas, comienza durante la propia guerra y será siempre la señal inequívoca de que la revolución está lejos de concretarse».

Entre 1826 y 1829, el desorden y la conspiración imperaba en el continente americano, desde el río Grande al norte pasando por Centro- América, hasta la Patagonia en el sur.

En México Iturbide se convierte en emperador, declara la independencia del país para luego ser derrocado y fusilado. En Guatemala surge una guerra civil en donde se producen feroces combates entre caribeños. En Valencia, en Cartagena, Bogotá y Cumaná se producen graves conspiraciones. En el Perú se produce una grave crisis, protagonizada por Riva- Agüero, Torre Tagle, Santa Cruz y La Mar, que culmina con la invasión peruana al Departamento del Sur de la Gran Colombia. En Bolivia en menos de dos semanas se suceden cuatro jefes distintos, Chile no se libra del desorden en donde se generan sendos golpes y asonadas, Paraguay es víctima de la tiranía de su presidente; en Argentina el presidente es depuesto y perseguido para posteriormente ser fusilado sin término de juicio.

Sobre la caótica situación en la que se desarrolló la revolución bolivariana, el Doctor José María Velasco Ibarra anota: «Era de esperarse que Colombia ufana por la gratitud de los pueblos y gloriosa por tantos esfuerzos, pusiese las bases de una humanidad nueva: hombres realmente libres en cooperación generosa para aumentar en el mundo el bienestar y la cultura apoyada por esplendidos recursos materiales. Pero no fue así. El primer día de la paz inauguró el proceso de descomposición y de un siglo de guerras civiles o dictaduras de la humanidad».

Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios nace el 24 de julio de 1783 en la ciudad de Caracas, en el seno de un hogar de alta alcurnia, rodeado de riquezas, títulos y poder.

Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios nace el 24 de julio de 1783 en la ciudad de Caracas, en el seno de un hogar de alta alcurnia, rodeado de riquezas, títulos y poder.

La niñez y adolescencia de Bolívar estuvo marcada por la desgracia y la tragedia. Cuando aún no cumplía los tres años, en enero de 1786, fallece su padre. En julio de 1792 el corazón de Doña Concepción, su madre, deja de latir. Simón y sus cuatro hermanos quedan bajo la tutela de su abuelo, Don Feliciano Palacios y Sojo, quien fallece en 1793, con lo cual la orfandad de los jóvenes Bolívar Palacios va a ser total.

En menos de 10 años de vida, «ya no tiene ni madre, ni padre, ni abuelo, ni tío predilecto. La soledad se impregna de forma total en el alma del niño Simón Bolívar». En 1797 ingresa en calidad de cadete al Batallón Aragua. A los 15 años, es ascendido a subteniente, a esa edad «Bolívar estaba muy lejos de definir su vocación o su destino, ni siquiera se vislumbraba ni lo uno ni lo otro». Tres son esencialmente los pilares en los cuales se asienta la formación de la personalidad cultural de Bolívar: Los maestros, los viajes, y las lecturas. Bolívar fue educado como el niño rico que era. Su madre primero, y su abuelo después, buscaron para su enseñanza inicial a los mejores maestros existentes en aquella época, entre los que se destacaban: Andrés Bello, el padre Andújar y Simón Rodríguez.

Simón Rodríguez, fue su más influyente maestro, es quien le cuenta asuntos que su familia nunca le mencionaron. Le hizo saber que el primer Bolívar que llegó a América no vino en plan de conquistador, fue un hombre instruido que estuvo a favor de los oprimidos; que sus ancestros, a pesar de sus títulos y fortuna, no eran parte de la nobleza imperial, ni podían considerarse puros como los nacidos en la madre patria, y que por lo tanto no eran aptos para ser virreyes ni generales. Su familia pertenecía a esa clase social denominada despectivamente «criollos» y por ello su familia era menospreciada por españoles y también por negros e indios. Le informó que el imperio y las colonias americanas estaban gobernadas por reyes déspotas que durante más de tres siglos reprimían con dureza y crueldad cualquier intento de libertad de los pueblos americanos.

Rodríguez fue el «precursor y animador de la inquietud bolivariana, es por antonomasia el Maestro del Libertador. Independiza a Bolívar, lo divorcia de la realidad tradicional y lo acerca a la verdad futura; lo ayuda a conseguir la perspectiva propia de un creador…». El libertador daba a los viajes una importancia fundamental. Decía que «en Caracas o San Marcos no me habrían nacido las ideas que me vinieron en mis viajes, y en América no hubiera tomado aquella experiencia ni hecho aquel estudio del mundo, de los hombres y de las cosas que tanto me ha servido en todo el curso de mi carrera política». «Tres viajes realizó Bolívar a Europa con motivos diversos, pero tácitamente con un sólo fin: construcción de su personalidad, búsqueda y acumulación de experiencias y elaboración de un destino». En enero de 1799, Bolívar realizó su primer viaje a Europa, fue un viaje de estudios, en Madrid lo esperaban sus tíos Esteban y Pedro Palacios y el Márquez de Ustariz, quienes influyeron de manera importante en su formación integral.

En 1801, conoce a su prima María Teresa Rodríguez del Toro, de la cual se enamora y se casa en mayo de 1802, a pocas semanas de este acontecimiento, la joven pareja decide retornar a Venezuela. En enero de 1803, muere María Teresa, apenas habían pasado ocho meses de vida conyugal, y una vez más la tragedia enluta al joven caraqueño. No volvió a casarse jamás. Más tarde diría: «Si yo no hubiera enviudado, quizás mi vida hubiera sido otra; no sería el General Bolívar ni el Libertador…». El segundo viaje a Europa lo realizó en octubre de 1803, tiene como fin la distracción que le permitiese olvidar el dolor de su viudez temprana; de pronto se transforma en un viaje de aprendizaje. En diciembre de 1804, estando en Paris, asiste a la coronación de Napoleón Bonaparte, la mencionada ceremonia, despertó en Bolívar la ambición de gloria que estaba latente en su espíritu, empieza a definir su verdadera vocación y a concebir la independencia americana. Más tarde diría: «Esto lo confieso, me hizo pensar en la esclavitud de mi país y en la gloria que conquistaría el que la libertase».

Entre 1809 y 1810 en varias ciudades de América se crean Juntas de Gobierno, «casi todas leales a Fernando VII al principio, y luego todas trocadas en gobiernos absolutamente independientes de España.»; en esas circunstancias, Bolívar, realiza su tercer viaje a Gran Bretaña encabezando una misión diplomática, con el objetivo de interceder ante el Gobierno británico para que apoye el mantenimiento de los derechos del «amado soberano» español, pero Bolívar intencionalmente se sale del libreto y con frases duras condena los abusos de los colonizadores y le solicita al representante del gobierno inglés ayuda para la obtención de la independencia total de Venezuela. Durante la campaña libertadora, recorre la mayor parte del continente americano, viajes que le permitieron al Libertador tener una vivencia exacta de la patria americana y un conocimiento de las necesidades y aspiraciones de sus pueblos.

Bolívar desde muy joven tuvo el hábito de la lectura, producto de lo cual conocía a los clásicos griegos y romanos de la antigüedad; y a los modernos de España, Francia, Italia e Inglaterra. Igualmente, estaba al tanto de los más diversos sectores intelectuales; desde filósofos y políticos hasta poetas, pasando por naturalistas, astrónomos y economistas. Leyó con gran interés a los enciclopedistas y planificadores de la revolución francesa, sobre todo a Montesquieu y Rousseau, cuya influencia en la doctrina bolivariana es su principal ingrediente.

Bolívar se nutrió de sus contenidos y de sus enseñanzas, más su acción política y militar, se basaron en las realidades del mundo y de la época en que vivió. Bolívar sacó como conclusión que aquello que pudo ser bueno para Europa, aplicadas en un mundo en formación, con una masa popular pobre e ignorante, los resultados serian funestos.

El General Bolívar fue un hombre respetuoso de la ley. La observó y la cumplió a cabalidad. A más de ciudadano culto, fue por sobre todas las cosas un soldado, que unió en sí todas las cualidades de estadista; pero además era un gran estratega político. Seleccionó adecuadamente los objetivos que, en su condición de estratega militar, debía conquistar y mantener para liberar al nuevo mundo del dominio ibérico. Su capacidad de análisis y su compresión clara de la ciencia y arte de la guerra le permitieron escoger la mejor estrategia política - militar para destruir la resistencia enemiga mediante el empleo de una fuerza dosificada y suficiente, evitando bajas innecesarias y el desperdicio de recursos humanos y logísticos, escasos y difíciles de conseguir.

Bolívar concibió su plan político estratégico para materializar la independencia americana mediante la formulación de un extenso programa de acción revolucionario, que incluía:

«Revolución política: en procura de emancipación de España».

«Revolución económica: para alcanzar la justicia económica y el disfrute por los americanos de los bienes propios que les pertenece».

«Revolución social: por abolición de la esclavitud, de los privilegios y por el afianzamiento de la igualdad».

«Revolución jurídica: por la creación del Derecho Americano».

«Reforma espiritual: por el triunfo de la moral».

Con la materialización de estos planteamientos, aspiraba el Libertador que surjan en América Estados libres y soberanos que perduren en el tiempo. Bolívar organizó sus ejércitos con hombres cuya posición había sido por siglos pasiva; «nosotros», diría, «estábamos en grado más bajo de la servidumbre y, por lo mismo, con más dificultad para elevarnos en el goce de la libertad». Su carrera política y militar inicia en 1810 y de inmediato, en 1811 comienza a ejecutarse la Campaña libertaria, exigiendo la independencia total de Venezuela.

La campaña por la independencia de Venezuela empezó con la primera batalla de Carabobo el 28 de marzo de 1814, las fuerzas patriotas infringieron una severa derrota a los realistas. La segunda batalla, se produjo el 24 de junio de 1821, con lo cual se aseguró la independencia definitiva de Venezuela. Antes de 1819, Bolívar sufrió una serie de desastrosas derrotas y en dos ocasiones debió exiliarse para salvar su vida. A mediados de 1818, después de una derrota particularmente terrible, cuando intentaba reconquistar Caracas, parecía que aquel movimiento libertario, estaba destinado al fracaso. Bolívar se negó a capitular, optó por recurrir a la guerra de guerrillas para mantenerse hostigando a las fuerzas españolas mientras reconstituía su ejército con nuevos voluntarios.

Con la victoria patriota sobre los realistas el 7 de agosto de 1819, en los campos de Boyacá, liberó definitivamente a Nueva Granada de la dominación española, y dio el paso fundamental para la emancipación de la región norte de Sudamérica. Bolívar aprecia que la liberación de los pueblos meridionales de América sería posible cuando se liberen los territorios de la Real Audiencia de Quito, y se controle el puerto marítimo de Guayaquil. Dispuso que Sucre alcance ese objetivo estratégico. La batalla que aseguró la independencia definitiva de la futura República del Ecuador se escenificó en las faldas del volcán Pichincha, el 24 de mayo de 1822, entre las tropas patriotas al mando del General Antonio José de Sucre y las realistas, al mando del Mariscal Aymerich. En esta batalla, Sucre demostró su capacidad de excepcional conductor militar.

La Constitución expedida en Cúcuta el 30 de agosto de 1821 materializó el sueño de Bolívar: La creación de la Gran Colombia como república libre y democrática eligiendo a Bolívar como presidente de la Republica y al General Santander como vicepresidente. El Perú continuaba sometido bajo el dominio español, sin lo cual América no podía alcanzar su independencia total. El ejército peruano, al mando del General José de San Martin había fracasado en su intento. El Perú ante las dudas sobre la capacidad militar de sus tropas para consolidar la independencia, solicitó a Bolívar que libere también al «Virreinato y capital del imperio de los Incas». La liberación del Virreinato del Perú continuó con la batalla de Junín, el 6 de agosto de 1824, entre las tropas al mando de Simón Bolívar y el ejército realista comandado por Canterac. La victoria patriota en Junín fue el paso decisivo para la liberación del Perú.

La última batalla internacional tuvo lugar en las cercanías de Ayacucho, entre las tropas imperiales al mando del Virrey del Perú, José de la Serna, y un ejército peruano reforzado por colombianos, chilenos y argentinos al mando de Sucre. Las tropas realistas fueron derrotadas y el virrey hecho prisionero. Canterac firmó en el mismo campo de batalla la capitulación de Ayacucho, con lo cual se ponía fin a toda resistencia española en América y se reconocía la independencia definitiva del Perú. El 10 de septiembre de 1823 el Congreso del Perú le confirió a Bolívar la suprema autoridad militar y le reconoció como Libertador. El 10 de febrero de 1824 lo nombró dictador, «pues sin un poder enérgico, el caos de los sucesos amenazaba con extinguir la débil llama» de la libertad peruana. El 10 de febrero de 1825, ante el Congreso peruano Bolívar renunció a ese título, argumentado que las atribuciones dictatoriales ya no eran necesarias.

El Perú al poco tiempo de la victoria de Ayacucho, olvidó a Bolívar, a las tropas gran colombianas y particularmente a las del Departamento del Sur de la Gran Colombia, que generosamente ofrendaron sus vidas para darles la libertad. Fuerzas oscuras de la democracia, encabezadas por el Mariscal La Mar, desconocieron la autoridad del Libertador e invadieron el territorio del actual Ecuador a principios de 1829. Caro pagó el Perú su ingratitud.

¿Era Bolívar, «irrevocable como su destino o el hombre perfecto, lleno de contradicciones»?

Al respecto, el Dr. José María Velasco Ibarra, dice: «El Libertador tuvo como cualidad motriz el orgullo de la altura moral. Hay muchos que encuentran en Bolívar una dualidad interior; de un lado, ambición de poder como todos los grandes dominadores; de otro, deseo de gloria que corregía la ambición de poder. El Libertador, como todos los hombres, tuvo pasiones y sentimientos diversos; en momentos sus pasiones y sentimientos se desbordaban: Bolívar era hombre. Pero su excepcional grandeza moral está en que sus pasiones y sentimientos eran regulados por el orgullo de la altura moral. Esta cualidad inspiradora y motriz explica a Bolívar y pone orden y jerarquía en sus aspiraciones y anhelos. Genio por su visión mental y grande por su orgullo de altura moral: así fue Bolívar. Libertó a América, comprendió la grandeza de la libertad. Bolívar no la traicionaría por una corona que hoy es y mañana no aparece, ni por una concupiscencia que satisface la sensualidad presente, pero empobrece la espiritualidad de siempre. En Bolívar hay unidad y orientación firme».

La independencia de la América hispana solo podía conseguirla un ser excepcional dotado de un poder omnímodo, y ese fue Bolívar. A fines de abril de 1826, el descontento popular estalló en la mayoría de los pueblos de la Gran Colombia, poniendo en riesgo su supervivencia como república. Actos insurreccionales se produjeron en varias poblaciones de Venezuela, Nueva Granada y en el Departamento del Sur, el pueblo exigió y respaldó la presencia física de Bolívar en Colombia, a la vez que le ofrecieron el poder absoluto o la corona, pues consideraron que es el único que podía salvar a la Patria.

Bolívar no aceptó el plan monárquico, lo consideró vulgar y ofensivo para su orgullo de la altura moral, consideraba que el «título de Libertador es superior a todos los que pueda recibir el orgullo humano.» El Dr. José María Velasco afirma que la verdadera grandeza del Libertador inició después de la victoria de Ayacucho, pues empieza por vencerse así mismo, y a respetar religiosamente las normas del derecho público.

Se ha dicho que una de las causas que desencadenaron la disolución de Colombia la Grande fue el «resultado de la decadencia de Bolívar en sus últimos años, de 1826 a 1830. Unos nos hablan del General envejecido y achacoso; otros de la pérdida de su brillo mental, poder intuitivo y riqueza de recursos; anecdotistas con más viveza de ingenio que austeridad de doctos, nos lo pintan debilitado por una etapa de placer y vida maliciosa»; por el contrario, «Bolívar fue un hombre de sacrificio, trabajo y movimiento afanoso…».

Las causas del fracaso y descomposición de la Gran Colombia fueron complejas y variadas. Empezando por la obligada ausencia de Bolívar en el ejercicio de la Presidencia de Colombia, puesto que debió permanecer en el Perú hasta consolidar su independencia. La Gran Colombia bajo la vicepresidencia del General Francisco de Paula Santander se descomponía aceleradamente sin que el gobierno se preocupara de tomar las medidas para impedirlo.

Otros factores fueron los siguientes:

  • Los líderes de la independencia americana carecían de la capacidad y del conocimiento necesario para concebir e implementar una doctrina política y social propia, a cambio de ello intentaron aplicar una doctrina política extraña aparecida en los pueblos europeos, que siendo buena para ellos no era apropiada para un medio social en formación, cuya población en su mayoría estaba compuesta por una masa popular pobre e ignorante.
  • La incapacidad de los próceres de la independencia y del pueblo americano para identificarse como tales. La raza americana fue el producto del mestizaje entre el indio y el español, con las virtudes y defectos de ambas, pero, no eran ni lo uno ni lo otro. «Somos pues», decía Velasco Ibarra, «entre otras cosas, violentamente individualistas, taimadamente suspicaces».
  • El legalismo fanático, que permitía a políticos inescrupulosos llegar y mantenerse en el poder por cualquier medio, esgrimiendo preceptos legales inaplicables.
  • La tendencia personalista que daba lugar al nacimiento de sentimientos negativos tales como: la sospecha, el rencor y la envidia, pero sobre todo el aparecimiento de rivalidades irreconciliables entre los próceres de la independencia. Se vivía un ambiente en donde si alguien «hacía sombra era urgente o asesinarlo en forma brutal o eliminarlo enredándole en las redes legislativas».
  • «La falta de espíritu de acción eficaz y de dotes prácticas de administración», los funcionarios no tenían la preparación adecuada ni la voluntad para ejercer la función conforme a las normas de una administración pública eficiente, el poder que la función traía consigo «era buscado por el honor y el bienestar que proporciona y no por el servicio. Faltaba simpatía, emoción, por la Patria grande y por las masas exigentes y abatidas».
  • La corrupción generalizada que se manifestaba en la «Poca delicadeza en el manejo de los fondos públicos. Se buscaba el enriquecimiento personal sin preocupación alguna». Los fondos para el desarrollo de la Gran Colombia fueron objeto del más criminal despilfarro. El desorden fiscal fue tan profundo y lamentable, constituyéndose la principal causa de su disolución.

En mayo de 1830, empezó para el Libertador el amargo proceso de exclusión forzosa de sus deberes políticos y militares. También se materializó el fin de su vida. Sus subalternos, compañeros, amigos y tantos otros que se beneficiaron de sus favores, se mostraron de cuerpo entero e iniciaron una infame campaña de calumnias en contra de su honorabilidad. El golpe más doloroso le vino desde, Venezuela, que protestó contra él, mirándolo como un obstáculo en el mantenimiento de sus relaciones con Colombia, y veladamente pidió su proscripción.

Desde Caracas, el General José Antonio Páez pedía que se le declare fuera de la ley, que se lo expulse de Colombia. En abril de 1830, Bolívar, ante esta demostración de ingratitud y miseria humana, escribió: «El bien de la patria, exige de mí el sacrificio de separarme para siempre del país que me dio la vida…».

El 17 de diciembre de 1830, aquel guerrero invencible que se cubrió de gloria en los campos de Carabobo, Bombona, Boyacá, Pichincha, Junín y Ayacucho por la libertad e independencia de América, rindió tributo a la muerte. Su humanidad sublime, su generosidad y su idealismo fueron inmortalizados en su postrera despedida al pedir a los colombianos que se mantengan unidos: «Mis últimos votos son por la felicidad de la Patria. Si mi muerte contribuye para que cesen los partidos y se consolide la unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro».

José Martí resume la vigencia y grandeza de Bolívar así: «…Pero así está Bolívar en el cielo de América, vigilante y ceñudo, sentado aún en la roca para crear, con el inca a lado y el haz de banderas a los pies; así está él, calzadas aun las botas de campaña, porque lo que él no dejó hecho, sin hacer está hasta hoy: porque Bolívar tiene que hacer en América todavía…».

  • Alfonso Rumazo González, BOLÍVAR, Editorial Casa de la Cultura Ecuatoriana, Quito, 9na Edición,1983.
  • J.C. Salcedo – Bastardo, VISIÓN Y REVISIÓN DE BOLÍVAR, Centro de Estudios Históricos del Ejército, Vol. 11, Edición 1996.
  • BOLÍVAR, HOMBRE DE LAS AMÉRICAS.
  • José María Velasco Ibarra, EL TEMA DE BOLÍVAR DECAÍDO, Paginas de la Historia, Instituto Panamericano de Geografía e Historia, Sección Ecuador, IGM. 1985.
  • Ricardo Marques, BOLÍVAR.
  • Raúl Urueta, BOLÍVAR, Compañía Bibliográfica Española.