Consideraciones sobre la naturaleza de la guerra
Es incuestionable el conocimiento de Alomía sobre Clausewitz y su obra «De la Guerra» cuando lo citó en su discurso explicando que: «Una definición de la guerra muy completa y en pocas palabras nos da Clausewitz, quien dice: «la guerra en general, es un acto de fuerza para dejar indefenso al enemigo e imponerle nuestra voluntad, con el objeto de conseguir un fin político» (Alomía, 2002, p. 165). Pero va más allá de este postulado, cuando fue capaz de comprender la naturaleza del conflicto, que recomienda Clausewitz a los conductores políticos y estratégicos militares». Las siguientes ideas evidencian este conocimiento:
«Al considerar los diferentes fenómenos guerreros vemos que ellos se distinguen por su singularidad: no existen dos situaciones iguales; en tal virtud, el pasado no nos sirve sino para conocer tanto las posibilidades como las fallas que tuvieron los beligerantes en cada acción; por lo tanto, ese pasado se prestará mejor a nuestro estudio mientras más próximo sea, ya que los medios no habrán variado mucho. No debemos olvidar también que en las guerras pasadas no se habrán agotado todos los recursos y a la vez se habrán cometido muchos errores, y, aún más, que el azar pudo haber influido como factor principal en ciertas actuaciones; y, por esta razón, no debemos sacar consecuencias finales de ningún hecho guerrero, tomando en consideración que la casualidad netamente singular hubo de determinar el resultado» (Alomía, 2002, p. 164).
Además, explicó claramente conceptos estratégicos y la planificación requerida, para la guerra:
«Previamente a formular un plan integral de defensa, es necesario tener una teoría correcta y serena de la guerra en general, haciendo de antemano una investigación completa sobre los caracteres que puede tener cualquier acción futura, dentro de posibles enemigos, su potencialidad y los medios que poseemos. De la aplicación de la teoría al caso general presentado, nos resultará una doctrina y, por último, de la aplicación de los preceptos inherentes a ella se formulará el plan que es, en sí, el principio fundamental para la creación de los medios que nos faltan, o sea la determinación del problema de las adquisiciones dentro de las necesidades contempladas» (Ibidem. Pág. 164-165).
Es sorprendente la aplicación de Alomía sobre las variables de la estrategia respecto a: los fines, los modos, los medios, la estrategia del adversario y los riesgos; tomando en cuenta el contexto nacional e internacional en la década de los años treinta y su juventud. A lo largo del discurso fue analizando y dando soluciones a las debilidades y vulnerabilidades de la seguridad integral. A continuación, se indica de manera resumida las variables mencionadas:
Respecto a los fines, como ya se mencionó, para Alomía la guerra era la continuación de la política por otros medios, y es el poder militar conjunto quien debía contribuir a alcanzar el objetivo político de la guerra, mediante una maniobra estratégica conjunta ofensiva para el más fuerte, y defensiva para el más débil. En este sentido, Alomía también fue coherente con el pensamiento de Julián Corbett (1854-1922), quien enfatizó la interdependencia de la guerra naval y terrestre, especialmente para la movilización de las tropas (Uribe, 2016). En palabras de Alomía explicó que:
«Los fines políticos de un enemigo son siempre múltiples y variados y los vehículos para llegar a ellos, constituyen los fines militares que también son variados. Ejemplo de estos últimos y los más comunes son la movilización de tropas a las fronteras o bien la ocupación directa del territorio ajeno. Bajo estos principios llegamos al concepto de lo que será una guerra defensiva para el país invadido que contrarresta esa ocupación y, recíprocamente, debemos sentar el principio que si queremos obtener éxito desde el comienzo de las acciones bélicas debemos emprender con la acción ofensiva. Los esfuerzos que se hagan por conseguir esos fines militares obedecerán a la trascendencia que tengan las operaciones dentro del desarrollo de la guerra» (Alomía, 2002, p. 165).
Acerca de los modos, tuvo claro la concepción de que la esencia y principios de la estrategia son permanentes e inmutables con el tiempo, lo que cambian son los modos debido a las nuevas capacidades de los medios. Así lo enfatizó: «Las formas evolucionan, los principios directivos subsisten» (Alomía, 2002, p. 162). Los modos comprenden la doctrina, la organización, el entrenamiento y otras variables. Al respecto recalcó que: «…si el objeto principal de la Marina es «estar lista para la guerra», su organización interna debe responder a esta función antes que a ninguna otra. Es decir, la doctrina dice que la organización de la Marina debe ser una de las mejores organizaciones para la guerra» (Ibidem. Pág.184).
Sobre la guerra naval, Alomía hizo una excelente y amplia narrativa sobre la naturaleza de la guerra naval y su contribución para alcanzar el objetivo político de la guerra. A continuación, se realiza un resumen rápido sobre los conceptos estratégicos de su pensamiento: El objetivo de la guerra naval es quitar al enemigo el control del mar y evitar que ellos hagan lo mismo. El dominio del mar es crucial para proteger el comercio y asegurar los suministros necesarios para el país. En el caso de Ecuador, la protección al comercio es especialmente importante, ya que el país depende del comercio exterior para su sustento. En una guerra, sin acceso a armamento y suministros, Ecuador se encontraría en una situación desfavorable. Los objetivos militares de desplegar la flota naval son: destruir la flota enemiga y bloquear sus puertos y bases de abastecimiento (Alomía, 2002).
Alomía continuó su conferencia insistiendo que, para la defensa del Golfo de Guayaquil, se requería de medios navales y aéreos, para contrarrestar un bloqueo. Argumentando que, la Marina y la Aviación son los únicos medios militares para romper un bloqueo naval y recalcando que, cada arma debe ser utilizada según su valor táctico y estratégico (Alomía, 2002, pp. 165-168).
Sobre los medios, el expositor fue insistente para indicar que la Marina no contaba con medios en cuanto al personal y material, sus palabras son elocuentes: «He aquí a grandes rasgos las labores de una Marina que no tiene nada más que el nombre y que sin embargo cumple satisfactoriamente, y a la medida de las posibilidades, con sus obligaciones dentro del campo de las actividades adicionales, pero que, desgraciadamente, no dispone de ningún elemento para su entrenamiento y preparación dentro de su razón de existencia, o sea como defensora de las costas y de la soberanía de nuestro Archipiélago» (Alomía, 2002, p. 170).
Alomía comprendió que la guerra en el siglo XX era a través de la maniobra estratégica conjunta, por lo cual igualmente motivó al auditorio, la necesidad de contar con medios terrestres y aéreos, explicando que: «La ligazón de las tres ramas es íntima, no se puede desatender a ninguna sin perder de hecho la conexión sistemática que deben tener todos los planes de defensa integral. Nadie puede negar, sin hacer una demostración de ignorancia, la importancia y el rol que cada una tiene» (Alomía, 2002, pp. 162-163). Sobre la «ligazón» que explicó el conferencista, actualmente en la mayoría de academias militares se lo conoce con el concepto de «conjuntez»; interpretado, como el accionar coordinado de elementos con especificidades diferentes.
Sobre las capacidades que debía contar la Marina para cumplir su rol, a través de una pequeña escuadra de unidades de superficie tipo «Destroyer», detalló los requerimientos siguientes, para adquirir la primera unidad:
«El Estado Mayor de Marina como organismo superior de nuestra Institución, dentro de sus labores, ha buscado, repito, contratos que pueden solucionar este problema y aún más, que propenden a la industrialización de ciertos productos, dando por resultado mayores fuentes de trabajo y riqueza. Debo aclarar que la Marina no pide grandezas, pero si, elementos con los que pueda cumplir satisfactoriamente con su razón de existencia y con sus labores adicionales. En tal virtud, el tipo de buque que nos conviene para salvaguardar nuestros intereses tanto en la paz como en la guerra, es el tipo conocido con el nombre de «Destroyer». Como hay diferencia entre una misma denominación de buques señalaré las características principales que contemplaría el buque en cuestión: Desplazamiento 750 toneladas o sea tipo chica: Velocidad de 31 a 35 nudos; 3 cañones de 120 mm; 2 cañones antiaéreos; 6 tubos lanzatorpedos. Como se ve en estos buques la característica principal constituye la velocidad llevando como armamento torpedos y cañones» (Ibidem. Pág. 174).
Para la adquisición del primer buque, considerando la débil economía ecuatoriana, Alomía presentó soluciones de financiamiento a través de: Primero, impuestos de faros y balizas demostrando que, en el Ecuador, existía la excepción, ya que el impuesto era gravado por ley a las toneladas de carga, explicó que ese cobro representaba gran pérdida para el erario nacional. Segundo, a través de la exportación de sal y alcoholes, esta propuesta lo acompañó con datos estadísticos muy interesantes y ampliamente detallados, demostrando la factibilidad del proyecto y que además originaría plazas de trabajo y mejora a la economía nacional (Alomía, 2002). Es interesante el pensamiento de Alomía que no primaba solamente el concepto del realismo en el empleo de las fuerzas militares, sino también en la contribución que las mismas podían generar, para el desarrollo del Estado.
Pero lo más interesante para la propuesta del financiamiento de unidades navales, fue su visión de la geopolítica marítima de uno de los intereses marítimos vigentes hasta ahora, la importancia estratégica y riqueza de Galápagos, Alomía dijo: «Otra fuente para adquisiciones navales nos da también el Archipiélago de Galápagos, base de riqueza para todo el que quiere, menos para el Ecuador, su propietario. Esta fuente de ingresos se relaciona con la pesca abundante y rica existente en esas aguas» (Alomía, 2002, p. 175). Al respecto, presentó un análisis con datos sobre la pesca en Galápagos, haciendo referencia a un informe oficial del Gobierno de los Estados Unidos, en el que se indicaba que los industriales de conservas de atún en el puerto de San Pedro en California, obtuvieron en los años 1932-1933, una utilidad de treinta y siete millones de dólares solo con el atún proveniente de Galápagos. El 70% del atún que llegaba a California provenía de las islas en mención. Además, destacó la importancia económica de la pesca en Galápagos y señaló el interés de compañías pesqueras en celebrar contratos con el Gobierno ecuatoriano, para explotar la pesca en el Archipiélago (Alomía, 2002).
También destacó un proyecto para establecer asilos reservados o parques nacionales en algunas islas de Galápagos, con el objetivo de proteger las especies raras y fomentar el turismo y las excursiones científicas. Finalmente, resaltó la necesidad de proteger y vigilar el mar de Galápagos de manera integral, para salvaguardar la soberanía e integridad nacional. Terminó el discurso con un llamado a la conciencia marítima nacional y, que se halla vigente en la Armada del Ecuador hasta la presente fecha, manifestó lo siguiente:
«Para terminar, es suficiente decir que en esta vida no hay nada que quede inmóvil, es preciso progresar o de hecho retrocedemos; «reformarse es vivir», dice Rodó. Por innumerables que fueran los tropiezos que encontramos en el camino para la reorganización de este importante servicio nacional debemos zanjarlos pese a cualquier sacrificio con el espíritu de verdaderos ecuatorianos patriotas y entusiastas, especialmente por tratarse de un servicio que atañe a la seguridad y prosperidad de nuestra querida patria. La historia juzgará estos hechos; no debemos abstraernos de las responsabilidades; el tiempo no se recupera jamás» (Alomía, 2002, p. 185).
El impacto de Alomía y su «grupo de presión marítima», tuvo efectos relativos inmediatos en las autoridades de Gobierno: el 31 de agosto de 1935, no se adquirió un Destroyer, sino un yate usado con el nombre de «Ara», dándole el nombre de Buque Escuela «Presidente Alfaro», de propiedad del millonario Vanderbilt, era lo más ajustado al presupuesto disponible, esa nave fue adaptada para el control del mar de Galápagos y el litoral continental. El 14 de enero de 1936, se reabrió la Escuela Naval de oficiales, inicialmente en Quito y luego continuó en Salinas, donde Alomía fue instructor de esta. El 3 de noviembre de 1936, el visionario marítimo falleció a causa de una intoxicación, con él terminó el ímpetu de la conciencia marítima nacional.
Siete años después del discurso de Alomía, en 1941 se produjo la guerra Ecuador-Perú. La conducción política, estratégica y táctica durante el conflicto estuvo desarticulada debido a la carencia de un objetivo político claro, sin una concepción estratégica coherente con la naturaleza del conflicto, prácticamente sin medios aéreos y con una frágil fuerza terrestre. La fuerza naval disponía de tres unidades navales: el buque escuela «presidente Alfaro» en reparaciones en Panamá; el cañonero «Abdón Calderón» inicialmente un carguero al que se le acondicionó como cañonero y que venía navegando ya 57 años; y el vapor «Atahualpa», construido en Guayaquil en 1926, armado en guerra con dos ametralladoras ZB de 20 mm con la dotación de tiro perteneciente al Ejército. Vale mencionar que también contribuyó al esfuerzo del control del mar, una pequeña lancha hidrográfica.
Sin embargo, en esas circunstancias el 25 de julio, se produjo una victoria histórica del comandante Rafael Morán Valverde en el Combate Naval de Jambelí, cuando el cañonero «Abdón Calderón» fue interceptado por el destructor peruano «Almirante Villar». Alomía lo profetizó «…la inferioridad del material debe equilibrarse con la superioridad en los procedimientos, anulando de ese modo la diferencia» (Alomía, 2002, p. 181).
Jambelí representa para las Fuerzas Armadas y la Patria, un legado de ejemplo y valor para las futuras generaciones.
Con las lecciones aprendidas del conflicto de julio de 1941, se inició el mismo año el proceso de reorganización del mando naval. Las nuevas autoridades recomendaron nuevamente la adquisición de buques de guerra para contar con una fuerza naval, que permita el control relativo del mar. Se creó definitivamente las escuelas de formación de oficiales y tripulantes en Salinas. A partir de 1942, con la llegada de la misión militar norteamericana, se inició la entrega de medios para las tres fuerzas, así como apoyo académico, operativo y técnico. Además, entrenamiento militar en los Estados Unidos y posteriormente en Panamá (Vargas, 2014).
En 1952 sucedió un hecho muy interesante, cuando el capitán de fragata César Endara Peñaherrera cesó en las funciones de comandante General de Marina y fue remplazado por el capitán de fragata Manuel Nieto Cadena, coincidentemente los dos oficiales participaron en el Combate Naval de Jambelí de 1941, a bordo del cañonero «Calderón». La visión del comandante Manuel Nieto Cadena tuvo el mismo espíritu de Alomía, ya que, entre 1955-1956, gestionó la compra de dos destructores ingleses usados «Quantoc» y «Neynell», del tipo «Hunt», los que fueron reactivados en el astillero «Samuel White», recibiendo los nombres de «presidente Alfaro» y presidente Velasco. Estos destructores unidos a la fragata «Guayas» vinieron a reemplazar a los patrulleros «Manabí», «Esmeraldas» y «El Oro». Por primera ocasión el Ecuador contaba con tres buques de guerra propiamente dichos, esta era la escuadra naval mínima que recomendaba Alomía para la seguridad, protección y defensa de los intereses marítimos nacionales, especialmente de Galápagos. La gestión del comandante Nieto Cadena dio un giro a la Marina, sus actividades significaron la consolidación de la organización y desarrollo de la Institución y el Estado, en muchos aspectos. Por ejemplo, el desarrollo y protección de los intereses marítimos nacionales, la renovación de medios, preparación del personal, mejoras salariales, entre otros. Esta misma motivación continuó a través de los siguientes años, con las limitaciones económicas del Estado (Latorre, 2005).
En la década del setenta, continuando la visión de Alomía, los oficiales del curso de estado mayor de la Academia de Guerra Naval (AGUENA), junto a destacados profesores y ciudadanos patriotas, empezaron a diseñar un plan de desarrollo para contribuir con el progreso y seguridad del Estado. Pedro Aguayo, rector de la Universidad Católica de Guayaquil, «…tuvo la visión de integrar el documento elaborado en la AGUENA, titulado «Filosofía y Plan de Acción del Gobierno Revolucionario y Nacionalista del Ecuador», al trabajo de la Junta de Planificación. Posteriormente, este documento se convertiría en el «Plan de Desarrollo Integral» o «Plan Quinquenal 1973-1976», que fue refinado en la Academia antes de su implementación» (Jaramillo, 2023, p. 4). A partir de entonces, la AGUENA ha sido la tribuna del pensamiento estratégico marítimo nacional, para contribuir al desarrollo de los intereses marítimos y motivar la necesidad de un poder naval disuasivo. De igual manera varios líderes navales y sectores de la Armada continuaron contribuyendo a la seguridad, defensa y desarrollo del Estado.
El Gobierno Militar de la década del setenta emprendió el fortalecimiento de las Fuerzas Armadas ecuatorianas en una verdadera revolución de los asuntos militares. Se inició con la adquisición de medios modernos y de alta tecnología para las tres Fuerzas, los modos, la doctrina y organización fueron actualizados, así como el entrenamiento conjunto; esta revolución, permitió alcanzar los fines políticos y estratégicos, como sucedió en el conflicto de 1995.
Los conflictos históricos de Ecuador y Perú llevaron a mantener un largo período de diferencias entre estos países con escaladas de violencia en sus relaciones. Durante el conflicto de 1981 con Perú, la Armada contaba con unidades submarinas, unidades misileras, medios aéreos e infantería de marina; las primeras fueron muy disuasivas para evitar que la fuerza naval peruana viole la soberanía e integridad de los espacios marítimos y terrestres, como históricamente había sucedido. En la victoria ecuatoriana de la guerra del Cenepa de 1995, las Fuerzas Armadas se encontraban en el mejor momento de alistamiento para el conflicto. Se materializó la visión de Alomía, sobre el poder militar conjunto, disuasivo y profesional. Otro hecho histórico de valor y heroísmo, legado para las generaciones futuras.
Para finalizar, Manuel Alomía tuvo visión marítima, fue el precursor del pensamiento estratégico marítimo nacional, el mismo que en las diversas generaciones de la Marina continuaron promoviendo, hasta el día de hoy. Las lecciones aprendidas sobre la necesidad del poder marítimo y naval, reafirman lo manifestado por Mahan sobre el carácter del gobierno como uno de los factores sociales vitales en relación con el poder nacional.
Al presente, de igual manera que lo hizo Alomía y sus compañeros, el mando naval de la Armada del Ecuador continúa con el proceso de generar conciencia marítima nacional, con una visión oceanopolítica ecuatoriana, basada en la comprensión de que el mar no solo es un espacio geográfico, sino también un ámbito de poder y oportunidades para el país (Córdova et al., 2023). Ecuador reconoce la importancia estratégica y económica de sus espacios marítimos y de interés, y busca ejercer su soberanía y promover la cooperación regional e internacional (Merlo & Andrade, 2021), con una visión oceanopolítica considerando a Galápagos como «isla corazón» de cuatro espacios marítimos (Salinas, 2023). Para lo anterior, equipos de jóvenes oficiales de marina, se encuentran diseñando la estrategia marítima nacional del futuro, como una propuesta a la autoridad de decisión política correspondiente.